lunes, 1 de febrero de 2010

::: EL SUJETO Y LA PALABRA ::::: JULIO ALAN LEPEZ Y PABLO LEHMANN EN casa ensamble, bogota, colombia


Julio Alan Lepez pinta Figurativo; Pablo Lehmann, hace objetos conceptuales. A Lepez le gusta leer ficción; Lehmann lee ensayos. Pero estos dos artistas plásticos son amigos desde que se conocieron en los talleres de ingreso a la escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón en 1993, acompañándose en su desarrollo plástico. Qué mejor que preguntarle a Lehmann sobre Lepez y a Lepez sobre Lehmann?

Ambos artistas se encuentran atravesando un momento de plenitud en sus carreras, habiendo participado en varias ediciones de Arte BA y con numerosas muestras colectivas e individuales en su haber. Ocupados con múltiples proyectos para el año que viene, que incluyen Arte Américas para Lepez y una muestra para Lehmann, buscan el tiempo para juntarse a proyectar una muestra conjunta.

Nos encontramos en el departamento de Lepez en Belgrano y es evidente a primera vista la amistad entre los dos artistas: una pequeña obra de Lehmann descansa sobre la biblioteca entre los libros favoritos de Lepez y las paredes están cubiertas de cuadros de Lepez, entre los cuales podemos hallar un retrato de Lehmann.

Cuando le pregunto sobre Lepez, Lehmann dice que, mirando hacia atrás, desde aquellos primeros trabajos en la clase de pintura, ve un hilo muy coherente en su obra. “Siempre se enfocó en la figura humana. Los retratos que hace hoy son más bien una excusa para seguir haciendo figura”, asegura Lehmann sobre su amigo.

Para hacer sus retratos, Lepez trabaja en base a fotos que saca de sus amigos. ¿Es más fácil conociendo bien al retratado?, le pregunto. “Si. Me siento mucho más cómodo trabajando los detalles. Además, a veces pienso una obra directamente en base a alguno de mis amigos. Se me ocurre una idea e inmediatamente quien la encarnaría mejor, quien la reforzaría”. Explica el artista. “Por ejemplo, Pablo se presta para cosas más solemnes, mientras que otro amigo, Danilo, se presta para cosas más actuadas… pero también existe el azar, justo resulta que lo veo a Pablo un día y llevo la cámara”, agrega Lepez.

“Y bueno, debo agregar, que sus pinturas están generando algo raro en nuestro grupo de amigos, porque es extraño vernos retratados en lugares y que otros amigos y conocidos vean esos retratos… hay algo raro en verse recortado y figurado en una pared”, dice Pablo, y después de un silencio agrega con una sonrisa: “Más cuando el señor juega con los títulos”.

Lepez se ríe y me muestra un retrato de Lehmann titulado Retrato Psicológico. “Pero en realidad este titulo es de carambola, no tiene nada que ver con la psicología de mi amigo. A veces los trabajos se me ocurren desde el titulo, generalmente desde la imagen, pero tengo varios títulos que voy usando como comodines y los voy intercalando y repitiendo, y el Retrato Psicológico es uno de ellos; otro es el Retrato Imposible”, explica el artista.

Lehmann concluye que “generalmente, en los trabajos más importantes que ha hecho hay un juego entre la figura y el titulo, y la situación que se genera ahí es muy importante para la obra”.

“Me gusta que el titulo sea una vuelta de tuerca para el trabajo. Es muy importante leer el titulo”, agrega Lepez. “Quiero que un espectador se acerque a una de mis obras porque vio algo que le llamó la atención…el gancho es la imagen, pero es importante que el espectador se tome el trabajo de leer el titulo. Hacer algo muy redondo entre imagen y texto es uno de mis males, me vuelvo loco si no encuentro un buen nombre para la obra. No tengo trabajo sin titulo”. Concluye, como analizándose a si mismo.

A lo largo de los años la pincelada de Lepez se ha ido soltando y sus obras han adquirido esa soltura de mano que las caracteriza. “No se si el soltar la pincelada fue un cambio o más bien probar algo nuevo. No es un pasaje sin retorno, estilísticamente es simplemente un recurso más”, explica Lepez sobre su estilo actual.

“Tiene una base muy fuerte en el dibujo, y ese gusto por la forma no se pierde”, concluye su amigo.

Para Lepez es sumamente importante captar la mirada del retratado, hay cosas en la mirada que tienen que salir. “Me ha pasado de estar mucho encima de un retrato y no encontrar lo que me tenia que decir, y un día de esos empecé a borrarles la cara y después a tacharla furiosamente. Ahora uso ambos recursos dependiendo en el peso que siento que necesita la obra, a veces le borro las facciones, otras veces le tacho toda la cara. Y esos son los Retratos Imposibles”, explica el artista.

“Él crea un espacio ilusorio en sus obras. El retratado está en un lugar, pero la profundidad que adquiere en ese espacio se pierde en el tachado, que resalta el hecho que se trata de una pintura y la aparente tridimencionalidad se vuelve plana”, agrega Lehmann.

No es poco común encontrar entre sus retratos a algunos de sus sujetos en actitudes un tanto infantiles, montados a caballos de madera o jugando a las bolitas. “Y no es solo en esos cuadros con juguetes, el usar recortes y cajas viejas también es una especie de parodia o ridiculización”, dice Pablo cuando hago un comentario sobre este aspecto de las obras de Lepez.

“Lo lúdico está siempre. Lo narrativo tiene mucho peso en mis obras y creo que, por arrastre, desde Bellas Artes, cada cuadro tiene que tener una historia, y dentro de esa narración tiene mucho peso el humor”, explica Lepez.

Lehmann, quien ha escrito sobre la obra de Lepez para su muestra en el Palais de Glace, describe a los personajes de su amigo como “pura ficción. Como salidos de alguna novela o de algún cuento, lo invitan a uno a pasear de la mano; maquillados y mofándose de nuestra realidad nos transportan a su espacio incierto”.

“A Julio le gusta mucho la literatura hispana, y además, ha escrito varios cuentos cortos y una novela. Desde afuera veo la asociación que hay entre sus obras y ese gusto por la literatura”, dice Lehmann. “Más que nada cuentos y novelas y no ensayos”, agrega con una sonrisa.

“Claro, claro...” ríe Lepez. “El es un lector de ensayos y yo de novelas”, explica.

“Es así como de todos esos cuentos y novelas…” dice Lehmann, mientras Lepez se interpone y concluye: “Han salido bastantes personajes… Por ejemplo, Primeras tardes sin Teresa surgió de una novela de Juán Marsé, Últimas Tardes con Teresa. Encuentro un terreno muy fecundo en la novelística hispanoamericana, me dispara muchas cosas”.

Cuando pregunto sobre su proceso creativo comenta que lo que dispara una obra generalmente es una imagen que se le ancla en la cabeza, como la imagen de alguien montando un caballito de madera. “Por ejemplo, el primer Retrato Psicológico surgió de la idea de un sillón con cinturón de seguridad. Lo primero es una idea que sirve de ancla, y lo demás esta subordinado a esta idea”, dice Lepez.

Las figuras de Lepez siempre están vestidas, y en muchas ocasiones con sorprendente estilo, lo cual ha atraído más de un comentario al respecto. “Para mi la vestimenta es un recurso que me permite jugar con un montón de cosas que con la piel no se puede, como seria el collage, el chorreado y lo gestual, ya que en las caras me ciño más al dibujo”, comenta Lepez.

Lehmann, inquieto, comenta que en todo caso habría que definir moda. “Nunca vi sus trabajos conectados de ninguna manera a la moda. Sus figuras son visiblemente contemporáneas, y quizás sea eso lo que hizo que se las vinculara a la moda”, explica.

“Mis sujetos siempre están en pose, cuando saco fotos de mis amigos los hago posar de tal modo que sea obvio que están posando para el cuadro. Me gusta ironizar y mis amigos son necesariamente contemporáneos, y por ende lo que se lee en mis obras es una ironía vinculada al sujeto contemporáneo”, explica Lepez sobre lo que plantea en sus obras.

“Como persona Julio tiene un gran sentido del humor, y lo lleva a sus trabajos. El humor está siempre presente, a veces se nota más y otras veces está más solapado, un humor de refilón”, concluye Lehmann.

Llegó la hora de interrogar a Lepez sobre su amigo Lehmann. Con una sonrisa un tanto furtiva Lepez dice que cuando conoció a Lehmann en Bellas Artes, “el señor pintaba figurativo”, se ríe y agrega, “Pablo, esto iba a salir a la luz algún día”.

Dejando el humor de lado, Lepez comenta que el también ve una línea muy coherente en el trabajo de Lehmann. “Ni bien terminó Bellas Artes comenzó a trabajar sobre papel con un grupo de artistas. Eso fue una importante transición hacia su trabajo actual, porque al cambiar de material cambió de historia, de lenguaje”, explica Lepez.

Si bien aun no había comenzado a usar la palabra dentro de sus obras, utilizaba mucho la línea, y fue ahí cuando Lehmann comenzó a usar el papel como tejido. “Una cosa que yo siempre le señalo es que, si bien tiene ese fuerte núcleo conceptual en todos sus trabajos, algo que refuerza mucho sus obras es el hecho de que nunca abandonó aquello que lo conecta con lo sensible”, explica Lepez.

En aquellas primeras obras Lehmann jugaba mucho con el papel quemado, y actualmente esta trabajando con letras de plástico quemadas y chorreadas, nos cuenta Lepez. “Esa forma de trabajar la materia que tiene, de cierta manera dañándola y lastimándola, produce fuertes sensaciones en el espectador. Esos tejidos que hace producen muchas más sensaciones de lo que uno creería. Son muy sensoriales”, concluye Lepez entusiasmado.

Lehmann, reclinado en el sillón, observa con una sonrisa mientras su amigo ahonda cada vez más en la descripción de su obra. “Yo trabajo con lo real y aparente y el trabaja con el mundo de las ideas”, continúa Lepez. “El tratamiento que hace al corporeizar las ideas, sea calando o derritiendo la materia, le agrega una carga mucho más fuerte a esas ideas que esta planteando, y es así que logra conectar muy bien lo sensible con lo racional. Si bien es un artista conceptual, no prepondera en lo intelectual ni tiene un deleite en lo superficial, porque le agrega una carga mucho más fuerte desde lo sensorial, y es eso lo que recibe el ojo”, concluye Lepez.

Hace un tiempo Lehmann comenzó a utilizar la palabra como recurso plástico en sus obras. “Fue una indagación paulatina”, explica Lepez. “En los primeros trabajos no eran palabras. En algunos trabajos incluso había como una especie de braille, después pasó a trabajar tomando hojas de libros y calando las palabras. Paulatinamente la palabra se hizo ineludible, ahora… ¿por qué? Habrá que preguntárselo a él”, dice Lepez, poniendo la atención en su amigo.

“Hay cosas que a uno le atraen y punto”, dice Lehmann desperezándose en el sillón. “Cuando terminé la facultad sentí que la pintura no me servía plenamente para lo que quería realizar. Había llegado a un punto en el cual la representación ya no me daba más placer. Me fui a Europa, y cuando volví ya tenía nuevas ideas en la cabeza. Entonces empecé a trabajar el papel, a la vez que comencé a dar clases de Semiótica en la facultad. Siempre tuve un gusto por la semiología y la semiótica, Umberto Eco, Roland Barthes y varios filósofos. Un poco por necesidad de prepararme para las clases y un poco por placer, comencé a leer mucho… y supongo que así se fue haciendo bastante importante la palabra. Empecé haciendo brailles y tramas que emulaban textos, después a calar palabras de hojas de libros y finalmente a escribir y a calar directamente mi propia escritura”, cuenta Lehmann.

Simultáneamente a su obra en papel, comenzó a trabajar con letras de plástico derretidas, con las cuales construye los delicados objetos que hace también hoy. “Tenía muchas letras de plástico guardadas y quería llevar lo que hacia en papel a las letras de plástico. Llegue al recurso del derretido y el chorreado después de mucha experimentación. Así como llegue a hacer las palabras (in-ciertas, imprecisa, confusa) en los textos por medio del calado, hice lo mismo con las de plástico con el derretido. Eso es una constante en mis trabajos: hago (in-ciertas, imprecisa, confusa)* la palabra”, concluye Lehmann.

“Yo creo que él hace *in entendible al tiempo”, comenta Lepez. “Le da muchas más interpretaciones así a la obra. Cada cual va a poder entender lo que quiera. Al hacer in entendible a la palabra, la primera impresión va a ser desde lo sensible, no desde lo racional. Mi primera impresión con sus trabajos es la de una letra dañada. Está chorreada para que yo no la entienda, pero es el chorreado lo que me impresiona y punto”, dice Lepez con seriedad.

“Si, supongo que encuentro cierto placer, que no voy a intentar entender, porque tendría que hacerlo con un psicólogo, en dañar la materia, en ejercer cierta, entre comillas, violencia,” dice Lehmann con un estallido de risa, mientras Lepez se interpone, “¡Decilo Pablo, si violencia!”

Una vez que recuperan la compostura, Lepez continua: “Es justamente esa violencia que ejerce sobre la materia lo que le agrega una fuerte carga a la obra, porque no se trata simplemente de hacerla *in entendible, porque para eso hay muchos otros recursos…”

Una de las primeras cosas que llaman la atención sobre las obras de Lehmann, además del trato a la materia, es la fragilidad de las mismas. “Sus trabajos a veces dan la impresión de que no los podes tocar. Son etéreos, frágiles…” Comenta Lepez pensativamente.

“La aparente fragilidad de mis obras viene de una fuerte búsqueda que tengo dentro del umbral en el cual un texto deja de ser texto para volverse imagen y viceversa. Me gusta provocar con la ambigüedad que generan ese tipo de situaciones inciertas, como es el situar el texto en el umbral de la imagen”, explica con mas seriedad. “Los textos son vistos como algo que uno transita, quedándose únicamente con el significado, pero a mi me interesa el significante, ósea, la materia misma del texto”, concluye.

Las obras de Lehmann no son cuadros. Tampoco son esculturas. Son objetos. “Supongo que tiene que ver con mi alejamiento de la Re-presentación. Busque algo que estuviera por fuera de ella. Son objetos ambiguos”, explica Pablo.

“¡Es que sos un provocador Pablo!” Dice Lepez con otra de sus sonrisas furtivas. “Una y otra vez ha hecho obras que no son una cosa ni otra, son incatalogables, como sus palabras que no son palabras…”, agrega más pensativamente.

“Si, la catalogación es un problema para mi”, dice Lehmann orgulloso, mientras Lepez se interpone: “¡nosotros los pintores queremos que se siga llamando pintura!”, exclama, para luego agregar, “Aunque yo también me voy un poco de la pintura tradicional…”

Sobre su proceso creativo Lehmann comenta: “Soy muy diferente a Julio, necesito tiempo antes de empezar una serie, para probar cosas… una vez que arranco, proyecto cada obra. Si bien hay sorpresas, en líneas generales se muy bien lo que quiero de antemano. ¡No puedo calar un papel de un metro durante semanas y que después no me guste!”, exclama el artista.

“Ahí es donde se enota el trabajo conceptual… yo encaro trabajos individuales, no en series. Él, siendo conceptual, tiene un hilo conductor que lo lleva a trabajar en serie. Siempre trabajó en serie. Yo nunca pude trabajar en serie, simplemente agrupo las obras después bajo un mismo titulo”, concluye Lepez.

Sobre sus influencias, Lepez menciona una larga lista: Saura, Millares, Rauschenberg, Schiele, Freud... Lehmann dice que lo inspiran más que nada sus lecturas, aunque menciona a Arthur Bispo do Rosario, un artista brasilero que vivía y hacía sus obras en un hospital psiquiátrico.

Sobre el panorama del arte contemporáneo, Lehmann lo ve con buenos ojos, es positiva la convivencia que hay de todos los medios y las expresiones. Lepez es menos optimista, se indigna la mayoría de las veces que va a ver una muestra.

¿Como harán estos dos artistas para trabajar juntos en una muestra conjunta?

“Una vez que hayamos conseguido un lugar, que tiene que ser institucional, el proyecto se va a agilizar”, comenta Lehmann.

“Yo voy a dejar todo en manos de Pablo. Me la voy a pasar cantando hasta que se acerque la fecha”, dice Julio con su clásica combinación de tono serio sobre sonrisa picara.

“Soy bastante más sistemático para trabajar que Julio”, agrega Lehmann. “Yo no puedo estar sin hacer nada, estoy siempre trabajando y proyectando y organizando…” concluye sobre si mismo.

“A veces cuando trabajo bajo presión aparecen cosas interesantes, pero generalmente necesito estar tranquilo para trabajar. Los pequeños baches de inactividad me gustan bastante, porque se gestan cosas, se madura la obra”, dice Lepez.

La idea central tras la muestra es trabajar con las figuras literarias favoritas de ambos artistas. “la idea es que el represente los personajes y yo los textos”, explica Lehmann.

Suena como una buena combinación. No queda duda que una muestra entre estos dos artistas va ser muy interesante.

Estaremos esperando.